Novedades en novela romántica, ¿qué leo en abril’21?

Novedades en novela romántica abril 21. La última semana de cada mes tocan las recomendaciones en “Novela romántica para escépticos”. Hoy te contamos las novedades más interesantes de abril. Recuerda que este es un programa en video, podcast y blog, del autor de novela romántica, José de la Rosa.

Aquí tienes el programa de esta semana al completo.
Recomendaciones para abril de 2021, Los 4 vientos.
Si mis pensamientos viesen la luz os dejaba a todos ciegos.
Un romance peligroso, de Claudia Cardoso, editado por Romantic Ediciones.
Besos en verso, de Ruth M. Lerga.
Piratas del firmamentos, de Adriana Criado.
¡Déjame verte!. de Elena García.

Otros artículos que pueden interesarte:

La novela romántica es el tema central de este Blog: técnicas de escritura, subgéneros,  noticias, premios. Todo aquello que configura el amplio mundo de la novela romántica y que pueda ser de interés para lectoras y escritoras. También hablaremos de thriller y de manuales para escritores, siempre desde una perspectiva amena, interesante y novedosa.

Además en la tienda online dispones de todos las libros de José de la Rosa en diferentes formatos: papel, audiolibro y ebook. Puedes comprarlos online y recibirlo cómodamente en tu casa o hacer un regalo a quien tu quieras.

 

El deseo sexual, con Noe Casado.

El deseo sexual es uno de los motores de impulso principales en la novela romántica. Hoy nos arrojamos a sus brazos con la escritora best seller Noe Casado, en un nuevo programa de “Novela Romántica para escépticos”.

Aquí tienes la entrevista al completo.
El deseo sexual, con Noe Casado, y su novela Las mujeres que me han jodido la vida.
Morder tus labios sobre sábanas de seda, novela de Noelia Amarillo, en el artículo, El deseo sexual, con Noe Casado.
El deseo sexual, con Noe Casado.
Noe Casado en el programa novela romántica para escépticos
El deseo sexual, con Noe casado, en Novela romántica para escépticos.

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EL AMOR ROMÁNTICO y LA NOVELA ROMÁNTICA.

El amor es un fenómeno químico inherente (al menos) al ser humano, difícil de controlar, imprevisible, del que aún sabemos muy poco. Encontramos textos que hablan de los mismos efectos que el amor provoca en ti y en mí en jeroglíficos egipcios del Imperio Nuevo, en tablillas mesopotámicas, en poemas griegos y romanos, y así hasta nuestros días. Lo que hoy se suele llamar “amor romántico”, en cambio, es un comportamiento aprendido que surge a partir del amor y que tiene diferentes ramificaciones que hoy son puestas en duda al no dar respuestas válidas a los cambios sociales que estamos presenciando. La novela romántica es un género literario que tiene como conflicto principal una relación amorosa.


El objeto de este artículo es reflexionar sobre lo que hoy conocemos como “Amor romántico” y cómo la novela romántica se relaciona con él.


El género romántico, como novela de alto consumo, es uno de los que más vende entre los de ficción, y en el creciente mercado digital ya supone un 22,6% de todas las ventas. Los datos objetivos no son fáciles de encontrar ya que, como reconoce el Gremio de Editores de España en su informe de 2018, “es difícil de evaluar (el análisis) por materias, pues una novela puede ser contemporánea, romántica y erótica a la vez”. Hablamos de un género que ha aumentado sus ventas un 20% en el último año.


Un tipo de literatura tan leído, tan demandado, tiene una acusada capacidad para permeabilizar ideas sobre un grupo amplio de lectores cuyas características definió muy bien el portal “El rincón de la novela romántica” (de los más antiguos -quizás el más-, y visitados) en una encuesta a sus usuarios de hace varios años. De ahí podemos extraer que el perfil del lector de este tipo de publicaciones es mujer, con edades comprendidas entre los 16 y los 40 años (de 16 a 30 el 33,9% y de 31 a 40 el 40,2%), el 52,4% tiene carrera universitaria, el 48,5% son trabajadoras, y el 57,5% mantiene una relación estable. El 55% considera que la novela romántica no es machista y el 45% considera que quizá lo fuera en el pasado pero que las cosas han cambiado. Hablamos de lectoras que compran hasta 4 novelas al mes (el 50,9%) e incluso más de 5 (el 48,5%).


Por lo tanto, en vista de la influencia que la literatura puede ejercer sobre la opinión, es interesante analizar qué tipo de principios, comportamientos, ideologías, está cimentando este tipo de novelas sobre un sector tan extenso de la población.


Hay evidencias de que el amor romántico (no el amor a secas, como especificaba al principio, que es un fenómeno inherente al ser humano) está en vías de extinción en una sociedad como la nuestra, donde la igualdad, la diversidad, el desmontaje de antiguos roles, avanza (menos mal) a pasos agigantados.


Pero, ¿qué entendemos como amor romántico? Busquemos una definición aséptica y tiremos de Wikipedia: “Las características más señaladas de este tipo de amor se confirman y difunden a través de relatos literarios, películas, canciones. Se trata de un tipo de afecto que ha de ser para toda la vida (te querré siempre), exclusivo (no podré amar a nadie más que a ti), incondicional (te querré pase lo que pase) e implica un elevado grado de renuncia (te quiero más que a mi vida)”.


Si le das una vuelta a este concepto verás que es más amplio y con más ramificaciones dependiendo del grupo social o ideológico que lo analice, pero estos cuatro puntos suelen ser afines a todos ellos.


Hagamos un recorrido con cada uno de estos aspectos:


Un amor para toda la vida:

 

Este primer gran principio del llamado amor romántico es difícil de sostener hoy en día. Según el INE, la duración media de los matrimonios en España es de 16,3 años. Según la comunidad científica, la química del amor dura aproximadamente 3 años, que es lo que tarda en desarrollarse y desaparecer el cóctel químico que nuestro cuerpo segrega cuando nos enamoramos. Así que, lo veamos desde el punto de vista de las relaciones o desde un punto de vista meramente científico, es difícil que el enamoramiento (no así la pareja) dure hasta que la muerte nos separe. Lo natural, y posiblemente lo habitual, sería una consecución de amores (en línea o en paralelo) a lo largo de nuestra vida, que además es más larga cada vez.


Un amor exclusivo:


Este principio implica que somos la mitad de algo, por lo que debemos buscar a nuestra otra mitad (nuestro enamorado/a) para ser completos y, una vez encontrado/a, será para siempre y llenará cada aspecto de nuestra vida, eternamente: será nuestro mejor amigo, nuestro mejor amante, nuestro compañero en cada momento, nuestro apoyo, nuestro psicólogo, etc. Dicho de otra manera, cada uno de los aspectos que en las sociedades tanto primitivas como avanzadas deben cubrirse mediante el clan, el grupo, la comunidad, recayendo sobre un solo individuo. Esto, aparte de imposible, es tremendamente injusto e irreal. Hoy entendemos que no somos la mitad de nada, y que para tener una relación plena debemos ser plenamente nosotros mismos.


Un amor incondicional:


Al día de hoy sabemos que, si el amor químico desaparece a los tres años, y estamos evolucionando a una sociedad igualitaria y diversa (menos mal), es difícil que una relación perdure en el tiempo si no es teniendo claras las condiciones y límites entre las partes. En contraposición a esta idea, lo que vamos viendo a nuestro alrededor es una visión más realista, elástica e igualitaria de las relaciones, que se diseña poco a poco, al gusto de sus componentes, de forma equitativa. Relaciones que se basan en el compañerismo y el trabajo en equipo.


Elevado grado de renuncia.


Al menos en lo que se refiere al sexo parece que este principio tampoco se cumple hoy en día. Según publicaba el diario El Mundo en junio de este año, el 30% de las mujeres españolas ha sido infiel a su pareja (lo que se conoce como una relación abierta no consensuada) frente al 42% de los hombres (casi uno de cada dos). A la vez, conceptos que hace unos años nos parecían meras curiosidades, como las diferentes formas de poliamor (relaciones abiertas consensuadas), se van naturalizando en una sociedad que no encuentra del todo respuestas en el tradicional modelo monógamo.


Llegados a este punto tengo que aclarar dos cosas. La primera, como es evidente, es que estoy de acuerdo con que el modelo del amor romántico no responde a las necesidades actuales de nuestra sociedad. La segunda, que soy escritor de novela romántica.


¿Cómo pueden casar estos dos puntos? Sobre todo, cuando suele ser habitual identificar a la novela de este género como una “herramienta” para consolidar los valores que emanan del amor romántico.


Lo primero que debemos tener claro es que este amor romántico es transversal a la literatura en todos sus géneros. Si hablamos de novela, lo vamos a encontrar en las de terror, en las de ciencia ficción, en las contemporáneas, en la negra y todos sus derivados, en la experimental, en el thriller, en las landscape, etc. Si hablamos de autores, hallaremos amor romántico en los clásicos, en los contemporáneos, en autores de bestseller, en los que hacen literatura experimental, etc. ¿En todas estas novelas? ¿En todos estos autores? No. En algunos. Y lo mismo sucede con la novela romántica. ¿En todas las novelas románticas? ¿En todos los autores? No. En algunos: encontrarás novelas y autoras que plantean sus obras desde los preceptos del amor romántico, y otras que lo hacen desde puntos diametralmente opuestos, buscando respuesta a los nuevos retos que desafían a nuestra sociedad. Como en el resto de géneros literarios, ni más ni menos. 


Es más, la novela romántica y al contemporánea tienen una característica común: tratan principalmente de relaciones (amorosas la primera y personales la segunda), y se han centrado en indagar las diferentes posibilidades entre dos entidades. Esto, desde mi punto de vista, ha hecho que vayan un paso por delante en analizar y explicar las nuevas formas de relaciones entre individuos a través del amor (en el caso de la romántica), cuando en otros géneros ni siquiera se lo plantean.


¿Cómo es esto posible en un género que, quienes no lo han leído, lo tachan de conservador? Pues así es. Encontramos novelas que plantean relaciones poliamorosas antes incluso de que este concepto se hiciera “moderno”, como es el caso de la saga Crepúsculo, con casi 15 años a sus espaldas desde que se editó el primer volumen. O, aparte de polémicas, novelas que tratan para el gran público mayoritario el sexo de forma clara y explícita, sin tapujos, y se adentra en las relaciones no tradicionales, como es el caso del BDSM.


Es cierto que en el pasado la novela romántica explotó al máximo el amor romántico como modelo relacional (es lógico, era el modelo imperante), pero hoy en día no es una generalidad. Con la aparición de autoras de habla hispana (sobre todo españolas) este canon griego, macerado en Roma, impulsado por el amor cortés y difundido por la sociedad victoriana, ya no es el modelo central del género.


Al contrario de lo que se puede pensar, la heroína tipo de la novela romántica que se escribe y lee en la actualidad no tiene nada que ver con lo que el estereotipo hace pensar. En la mayoría de los casos se trata de mujeres independientes, empoderadas, que hablan de igual a igual, que no necesitan ser protegidas, guiadas ni acompañadas, sino que se enfrentan al amor como el cóctel de enzimas que es e intentan reaccionar ante él con la cordura de que son capaces. Y en la novela romántica no hay límites, otra de sus virtudes: se estudia el poliamor en todas sus facetas, las relaciones interraciales, entre clases, entre especies, diversas, el sexo en todas sus variedades, los sentimientos más allá de las tragedias griegas.


¿Y el “felices para siempre”? Toda novela romántica termina con un final positivo que genera en el lector esta sensación, es cierto… ¿Cómo casa esto con todo lo anterior? Aquí me atrevo a darte mi opinión: la mayoría de las novela románticas trabajan el proceso de enamoramiento (dos entes se conocen, aparece el amor, hay un conflicto que impide que se consuma, hasta que se resuelve el conflicto con un final positivo), y no conozco a nadie que cuando se enamore no piense que no será para toda la vida, dure un día, una semana o cincuenta años.


En conclusión, amor romántico y novela romántica no es lo mismo. La novela romántica trata sobre el amor, entre otros, el amor romántico.


YO, EL SUPLANTADOR, POR J. DE LA ROSA

Fue hace algunos años. Yo iba en el autobús y una señora se sentó a mi lado a la vez que me daba un fuerte abrazo. Todo sucedió tan de repente que no me di cuenta.
—¡Pepe, qué alegría!
La miré apretando un ojo. A primera vista no me sonaba de nada, pero parecía que ella me conocía bien. ¿Una lectora, quizá? Iba a preguntarle si era posible que se hubiera confundido cuando habló de nuevo mientras me palmeaba el muslo.
—Ya sé que tu hermano se ha casado. ¡Qué alegría! Ya era hora.
Mi hermano, en efecto, se había casado hacía unas semanas lo que me llevó a la conclusión de que aquella señora tan amable era en verdad alguien a quien yo debía conocer pero que las nieblas de la memoria me habían despistado. La miré más fijamente, intentando que algún rasgo de su cara activara los remotos mecanismos del recuerdo. Nada.
—Y vaya el resfriado que tiene tu madre. Hablé ayer con ella y ni se le escuchaba la voz. ¡Pero qué alegría me da oírla!
Era evidente que yo era una mala persona porque mi madre, en efecto, tenía un trancazo de aúpa y la tan alegre señora debía de ser alguien muy íntimo que en cualquier momento podía darse cuenta de que el ingrato individuo que se sentaba a su lado la había olvidado. Las palmas de las manos me empezaron a sudar y sentí cierto ahogo. ¿Y si se daba cuenta de que yo no tenía la más remota idea de quién era? Intenté indagar a ver si así…
—¿Y vosotros qué tal?
—¿Nosotros? ¿A quién te refieres?
Entré en pánico.


—A…a… ¿Todo bien en casa?—contesté titubeante.
Me miró con cierta suspicacia. Yo comprendí que empezaba a sospechar que yo no tenía ni zorra idea de quién era.
—Ya sabes —dijo al fin—. José Antonio con sus cosas y la niña dando guerra. Pero no podemos quejarnos. ¡Qué alegría verte!
Repasé mentalmente todos los José Antonio que conocía. Nada. Ninguno me recordaba a aquella señora tan alegre. ¿Y quién sería «la niña»? A mi hermana en casa la llamábamos así, pero tampoco había en mi cabeza nada que la relacionara con ella.
—¿Tú sigues trabajando en el taller mecánico? —me preguntó—. Tu padre hablo ayer con José Antonio y le dijo que…
Dejé de oírla porque en ese preciso momento comprendí que la señora me había confundido con otro. ¿Qué hace cualquiera ante este descubrimiento? Pues se pone colorado como un tomate e intenta que la señora no se dé cuenta de que se había equivocado. En otras palabras: suplanta la identidad de un tipo que no conoce.
—El trabajo —dije mientras mi cabeza intentaba encontrar palabras ambiguas que no me ubicaran en ningún contexto concreto—. Sí. Seguimos igual.
Ella parecía satisfecha con mi respuesta, pero quería saber más.
—Háblame de Carmen —me dio otro porrazo en el muslo—. ¿O te creías que no te iba a preguntar por ella? ¡Qué alegría!
¿Quién coño era Carmen? ¿Qué le contaba sin descubrir que yo no era quien aparentaba ser? Que era un suplantador. Entré en estado de shock. Sentía que las paredes del autobús se acercaban unas a otras para aplastarme. La glotis empezaba a cerrarse y un sudor helado me recorría la piel. Me puse de pie como si me hubiera sentado sobre una chincheta.
—Me tengo que bajar aquí —dije mirando desesperado hacia la puerta.
—Pero si el taller está dos paradas más allá —contestó sorprendida.
En ese momento el autobús se detuvo. Quien fuera había escuchado mis oraciones. 
—He quedado con Carmen —dije a la desesperada mientras esperaba que la puerta se abriera para poder escapar.
—¿Has quedado con Carmen? —dijo sorprendida—. ¿Con la perra que ha adoptado tu madre? No lo entiendo.
Al fin la doble puerta se abrió. Una bocanada de aire fresco lo inundó todo. Sentí que podía salvarme. Que aquello no era el final. Que…
—Me ha dado mucha alegría verla —dije con prisas mientras huía.
—Y a mí, hijo —oí a mis espaldas—, pero qué raro has sido siempre, miarma.
Cuando llegó el siguiente autobús y pude subirme, una vecina se sentó a mi lado, y tuve la urgente necesitada de darle un abrazo.

SOY UN PATRIOTA, POR J. DE LA ROSA

Las palabras son más que un continente lleno de significado. Tienen la capacidad esotérica, si encontramos la adecuada, de abrir la cueva de Aladino; de convertirnos en rana si forman el conjuro correcto; de provocar una declaración de guerra si es dicha por un poderoso; o de transformarnos en hombres y mujeres santos de manos de un gurú místico.

No hace mucho terminé la lectura de «Patria», de Fernando Aramburu, una de esas grandes novelas que exponen loirracionales y trágicos que llegamos a ser. Durante un par de años he desarrollado un extenso trabajo de investigación para documentar «Bajo el Puente de los Vientos», que se desarrolla en una época, finales del XVIII, donde se acuñan los significados que aún hoy envuelven la palabra «Patria».

Tanta patria en los últimos meses, por no hablar de las noticias, me quema un poco la piel. Tanto que este concepto ha provocado en mí, desde que recuerdo, un rictus extraño. Por un lado, tiene que ver con lo que conoces y amas, con lo que te han transmitido los tuyos a lo largo de la vida, con tu forma de hablar, de comportarte con los demás, con los que quieres y te quieren, con tus ancestros, con tus referentes, con tu cultura, con lo conocido. Por otro, está estrechamente vinculada con las fronteras, con las diferencias en su peor versión, con las malquerencias porque soy mejor que tú,con la violencia, con los dictadores, con los abusones, con los que prefieren la guerra a la paz.

Quizá por eso, la única patria que yo puedo defender no tiene fronteraspor una imposibilidad física. La componen todos los lugares donde he vivido o que han sido un referente para mí aun sin haberlos pisado. Los lugares que me han conformado tal y como soy, la buena o mala persona en la que me he convertido. Mi patria está compuesta por grandes metrópolis y hermosos pueblos y aldeas: Londres, Girona, Jaipur, Montpelier , Roma, Sevilla, Vigo, París, Caños de Meca, Tokio, Conil de la Frontera, Nueva York, Ciudad del Cabo, Melbourne, Écija, Buenos Aires, Burgos, Cuzco, El Cairo, Benarés, Cordoba, San Francisco, Madrid, Puerto de la Encina, Barcelona, y un largo etcétera.

Mi patria no es monocultural. Soy lo que soy porque me fascinan el flamenco, el jazz, la bossa nova, el pop británico de los 70, los mantras tibetanos. Amo el teatro de lo absurdo, la comedia del arte, el teatro negro y las tragedias de Sheakespeare. Practico yoga, hago running y me asombra un combate de sumo. Me emociona chillida, Francis Bacon, Andy Warhol y Ai WeiWei. Amo el cine de kurosawa, de Pilar Miró y de John Ford.

Esta patria mía tiene una historia extraordinaria. Por un lado mis ancestros crearon rutas comerciales que atravesaban toda Asia Oriental. Por otro, alzaron culturas alrededor del Caribe en época precolombina y del Mediterráneo unos milenios A.C. Crearon una floreciente sociedad al norte de África, trabajaron el hierro de forma magistral al norte de Europa, tintaron la seda como nadie al este de Asia, aprendieron a convivir con la naturaleza en el corazón de Australia, y desarrollaron una astrología exquisita al sur de América Mis antepasados inventaron la imprenta, descubrieron las vacunas, refinaron la espiritualidad. Estos locos antepasados míos hicieron revoluciones en Europa y vencieron el Apartheid en África. Esta es mi patria, llena de historia. Aciertos y equivocaciones. Esta es mi historia.

Todas las personas que se circunscriben a esta patria mía tienen una lengua común: la de entendernos. La de salvar las diferencias lingüísticas para poder comunicarnos unos con otros. Lo hacemos en idiomas tan nuevos o tan antiguos que siempre son sorprendentes y dignos de admirar y de preservar. Todos hermosos, todos necesarios de aprender y de respetar.

Mi patria no es bidimensional, porque dentro de estos territorios que he descrito no me siento identificado con todos los que habitan en ellos. No soy hermano de los violentos, de los radicales, de los intolerantes, de los manipuladores. Esos no pertenecen a mi misma patria aunque hayan nacido y vivan en la puerta de al lado. Mi patria está compuesta por personas que creen en la justicia, en la igualdad, y en que este puede ser un mundo mejor, más unido, y sin fronteras. Un lugar donde intentamos entender y querer al prójimo sin juzgarlo por donde ha nacido, por su sexualidad, su religión, su nivel económico o el color de su piel.

Esta patria tan diversa se basa en personas que respetan a las personas. Que no quieren imponer sus ideas. Que no pretenden manipular a las masas. Que aciertan y se equivocan. Que son tan conscientes de quiénes son y de dónde vienen que no necesitan reafirmarse.

Esta es mi patria. Es la única patria que acepto. Y me siento un gran patriota.