Bajo el Puente de los Vientos podría haber salido a finales de este año con Titania o el próximo año con Harper Collins. Con ambas editoriales, a las que admiro por su buen hacer, podría haber tenido una excelente cobertura: buena distribución, mesa de novedades, prensa, eventos, seguimiento.
Decidí no aceptar ninguna de estas dos buenas ofertas porque es la única manera de sentirme moralmente libre para hacer o no hacer nada.
Explicaba hace unas semanas por qué dejé de escribir en 2016 y también por qué a partir de ahora es lo único que pretendo hacer. Decía que ignoraba si saliendo del circuito habitual seguiría teniendo el apoyo, no tanto de mis lectores habituales como de otros nuevos. Y mi conclusión es que este riesgo debo asumirlo en solitario.
También lo hago porque soy y seré un defensor de este sistema, que permite al escritor ser dueño de cada uno de los procesos que llevan una novela a tus manos. Creo firmemente que un autor debe transitar hoy en día por ambos caminos; publicar y autipublicar. Eso es todo. No hay más. Así de fácil.
El resultado de esta reflexión es la autopublicación de Bajo el Puente de los Vientos, que se desarrolla durante la Revolución Francesa, un hecho histórico que me ha fascinado desde que recuerdo.
Siempre me ha parecido digna de atención la capacidad de una sociedad para cambiar el orden establecido en busca de la justicia social, a pesar del precio a pagar. También me seduce la fragilidad de un concepto fantasma que aún hoy veneramos, como es la seguridad, cuando la realidad nos dice que es posible perderlo todo con un golpe de viento. Pero sobre todo me atrae de este acontecimiento histórico la posibilidad de convertirse en unidad de medida del alma humana: Ante situaciones extremas se descubre la verdadera naturaleza de personas y pueblos. Salen a la luz los egoísmos, las mezquindades, pero también el heroísmo y la nobleza, el desinterés de entregarnos por los que amamos y por lo que creemos justo. Eso es lo que he querido contar en Bajo el Puente de los Vientos
Mi principal fuente de inspiración han sido las Memorias de aquellos que vivieron estos años de cambio y revolución. Madame Campan ha marcado el tono, y Lucy Dillon el cuerpo de la historia. Alguna de las anécdotas que vas a leer las cuentan estas dos mujeres en sus manuscritos biográficos, pues fueron testigos de los acontecimientos que sufrieron en sus propias carnes. ¿Cuáles? Las más increíbles. Las que parecen haber brotado de la pluma imaginativa del autor, mostrando una vez más que la realidad siempre supera a la ficción.
Por último, he querido escribir esta novela precisamente ahora (aunque su germen lleva en mi cabeza algunos años), porque los tiempos en que vivió Isabel de Velasco (la protagonista española atrapada en Francia durante la Revolución) y los que vivimos nosotros mismos parecen asemejarse: el descontento de la población, la incapacidad de los mandatarios por solucionarlo, y la existencia de un grupo social, emergente e ilustrado, que quiere cambiar el orden de las cosas.
Espero, ansío que esta historia te guste tanto como a mí escribirla.
Usamos cookies para asegurar que te damos la mejor experiencia en nuestra web. Si continúas usando este sitio, asumiremos que estás de acuerdo con ello.AceptarPolítica de Cookies
Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!